Christine by Stephen King

Christine by Stephen King

autor:Stephen King [King, Stephen]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Intriga, Terror
publicado: 1982-12-31T23:00:00+00:00


34

Leigh y Christine

My baby drove up in a brand-new Cadillac,

She said «Hey, come here, Daddy,

I ain't never comin back!»

Baby, baby won't you hear my plea?

Come on, sugar, come on back to me!

She said, «Balls to you, big Daddy,

I ain't never comin back!»

THE CLASH

El día era gris y amenazaba nieve, pero Arnie acertó en dos cosas: se divirtieron y él no era un tipo raro. La señora Cabot estaba en casa cuando llegó Arnie, y su recibimiento fue frío. Pero pasó bastante tiempo —tal vez veinte minutos— antes de que bajase Leigh, luciendo un suéter de color caramelo que ceñía deliciosamente su busto y un nuevo par de pantalones color de arandano, que también se ajustaban deliciosamente a sus caderas. El inexplicable retraso en una muchacha que era casi siempre exactamente puntual pudo ser deliberado. Arnie se lo preguntó más tarde y Leigh lo negó con una inocencia que era tal vez un poco exagerada, pero, en todo caso, la demora resultó eficaz.

Arnie podía ser encantador cuando se lo proponía, y empezó a camelar resueltamente a Mrs. Cabot. Antes de que Leigh bajase saltando la escalera y recogiéndose los cabellos en cola de caballo, Mrs. Cabot se había ablandado. Había obsequiado a Arnie con una «Pepsi-Cola» y escuchaba arrobada los relatos que él le hacía sobre el club de ajedrez.

—Es la única actividad civilizada que conozco al margen de los estudios —dijo a Leigh y sonrió a Arnie con aprobación.

—Es una LATA —gritó Leigh, rodeando la cintura de Arnie con un abrazo y estampando un beso sonoro en su mejilla.

—¡Leigh Cabot!

—Perdona, mamá, pero está monísimo con un poco carmín, ¿No te parece? Espera un momento, Arnie, te daré un «Kleenex». No te arañes la cara.

Hurgó en su bolso buscando el pañolito. Arnie miró la señora Cabot poniendo los ojos, en blanco. Natalia Cabot se tapó la boca con una mano y rió entre dientes. El raprochement entre ella y Arnie era completo.

Arnie y Leigh fueron a Baskin-Robbins, donde la tirantez inicial, consecuencia de la conversación telefónica de noche anterior, acabó por desaparecer. Arnie había sentido un vago temor de que Christine no funcionase bien de que Leigh dijese algo desagradable acerca del coche nunca le había gustado montar en su automóvil. Pero ambas preocupaciones habían resultado injustificadas. Christine funcionó como un reloj suizo, y los únicos comentarios de Leigh acerca del coche habían revelado satisfacción y asombro.

—Nunca lo habría creído —explicó cuando salieron de la pequeña zona de aparcamiento de la heladería y se unieron a la corriente de tráfico en dirección a Montroevile Mall—. Debes de haber trabajado como un burro.

—No fue tan difícil como, probablemente, te parezca —contó Arnie—. ¿Te importa que ponga música?

—No claro que no.

Arnie encendió la radio. The Silhouettes tocaban estruendosamente «Get a job».

Leigh hizo una mueca.

—Horrible. ¿Puedo cambiarlo?

—Eres mi invitada.

Leigh conectó con una emisora de rock de Pittsburg donde estaba actuando Billy Joel. «Tal vez tengas razón —decía alegremente Billy—, puede que yo esté loco.» A continuación, Billy dijo a su novia Virginia que las muchachas católicas empezaban demasiado tarde, era el Block Weekend.



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